Entró en la tienda de la hechicera del mercado
medieval. Sentada a la mesa la pitonisa castigaba cartas cara abajo mientras en
la frente monedas relucientes resaltaban adornando. Como buscador de la
felicidad esperó que sobre el mantel entre sombras y luces de una vela las
cartas hablaran. Una, dos, tres…hasta seis dieron la vuelta ayudadas por las
manos de largos dedos ensortijados. La última carta, el corazón latía fuerte,
la carta número siete se revolvió: la muerte.
Cual efecto Pigmalión aquel aciago día lo cambió
para siempre. Pérez de la Hoyica
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